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jueves, 1 de noviembre de 2007

A Jesús Quijada (Quijaíta)

Quijaíta fue uno de esos personajes que formaron parte de mi infancia, y como tantos otros, siempre tendrán un lugar en el recuerdo para este ursaonés alejado de la luz primera, ya de muchos años. Con vuestro permiso y, porque a sido citado en este medio hace tiempo, permítanme que homenajee al talento de este menudo artista (sin entrar, por supuesto, en su merecido o no reconocimiento del pueblo de Osuna).

A Jesús Quijada -Quijaíta- le recuerdo como un aficionado muy aventajado en el arte de la pintura. Amante de los encantos ocultos para muchos, ocultos por la ignorante desidia de unos y carencias culturales de otros de aquellos tiempos en nuestra Villa Ducal. Es por ese motivo que Quijaíta pasó a engrosar esa lista de artistas de nuestro pueblo que no superaban la barrera artística de la medianía en los años 60-70. Un obstáculo difícil de superar en una sociedad poco receptora de sensibilidades y aprecios para con lo suyo. La naturaleza genética tampoco estuvo al nivel que él hubiera deseado, mas bien fue algo rácana a la hora de trazarlo con un físico agraciado, incluido una delgadez alámbrica. Tuve la suerte de conocerle (no a nivel gradual)plasmando en directo y con maestría los trazados artísticos de mi barrio de la Merced y de cuantos rincones bellos existen en Osuna. Con su legado, quedará para siempre en la historia de este pueblo y, en la memoria de los ursaonenses de pro, la sensibilidad que tuvo para enmarcar con un amplio muestrario a este pueblo. Se me ocurre un símil paradójico que siempre lo relacioné con la idiosincrasia de mi pueblo. En Osuna siempre fué una constante las paradojas, algunas eran lastimosas dentro del comportamiento social.

Las hermosas y elegantes fachadas solariegas que con gran sutileza Quijaita adjuntaba a los lienzos, pertenecían a un sistema de vida peculiar. Éstas, exteriorizaban a través de las mismas un modo vivendi. Los explendorosos escudos y blasones heráldicos (guerreros o no) de dinásticos condados y marquesados representaban un status de rango aunque adentro, una vez superado el noble sardiné, la arquitectura en su mayoría no pasara de una gran simpleza. Este modo de vivir con las apariencias pasó a ser un modelo generalizado pero, paradojas de la vida, como he reseñado antes, la estampa física de nuestro amigo Quijaíta nunca estuvo dotada de una belleza fotogénica aunque, eso sí, en su interior concentraba toda la brillantez y cultura bien entendida, para volcar y expresar con sentimientos las aristas monumentales que él mejor que nadie conocía en Osuna.


Antonio Moreno